La oniromancia o la interpretación de los sueños

 

Los sueños son siempre premonitorios en el sentido de que nos avisan de un hecho, de un acontecimiento, de una situación que vendrá. Pero, ¿cómo interpretarlos?

El sueño es una función vital; sin vida onírica mientras dormimos, no podríamos sobrevivir. Sin embargo, la propensión al sueño, no es exclusiva de la vida nocturna. En estado de vigilia también se sueña. No nos referimos al hecho de especular, de imaginar, de esperar, de querer o de desear, sino a los sueños que tenemos despiertos: esos cortos instantes de evasión en que el espíritu se libera, deriva, instantes durante los que estamos inmersos en un estado que tal vez se sitúa entre la vigilia y el sueño. Hablamos de cuando tienen que repetirnos varias veces lo mismo para que lo entendamos, lo comprendamos y reaccionemos, pues estamos tan absortos en otras preocupaciones que nos alejamos del mundo real. Desde siempre, el hombre sueña igual que respira y, a veces, sus sueños se hacen realidad.

¿PARA QUÉ SIRVEN LOS SUEÑOS?

¿De dónde vienen? ¿Tienen sentido? ¿Qué significan?
Los psicoanalistas modernos no fueron los primeros en formularse estas preguntas. En Babilonia, en el antiguo Egipto, en Israel, en Persia, en la India, en China, en Japón ya se lo planteaban, mucho antes de la aparición de la escritura. Y también se conocían los efectos terapéuticos de la interpretación de los sueños. De este modo, el hombre antiguo daba y encontraba un sentido a sus sueños utilizando el lenguaje de los signos, de los símbolos, de los mitos y de las creencias. Más tarde, en los países islámicos la oniromancia fue el único arte adivinatorio aceptado por el Profeta y predicado a los creyentes. Éstos elaboraron un verdadero código moral o deontológico para la práctica de esa mancia, que nada debe al sistema elaborado por nuestros psicoanalistas actuales.
Así eran las palabras que pronunciaba el profeta, este oniromántico -o sea, el intérprete de los sueños o antepasado de nuestro psicoanalista moderno-, cuando uno se disponía a confiarle su sueño: "¡Que el bien te resulte próximo y que el mal se aleje de ti! ¡Que sea un bien para ti y un mal para tus enemigos! ¡Loado sea Alá, señor del universo! Cuenta tu sueño".

¿POR QUÉ SOÑAMOS?

Los neurólogos afirman que la función del sueño resulta de nuestra actividad cerebral y orgánica.
Los psicoanalistas freudianos ven en ella efectos compensatorios y fantasmas producidos por la libido, palabra latina que significa deseo, entendido aquí como energía de los instintos y de las tendencias que constituyen el fondo de la personalidad.
Los psicoanalistas jungianos explican que nuestros sueños son portadores de mensajes simbólicos, cuya interpretación es un buen medio para conocernos a nosotros mismos, para orientarnos cuando tenemos problemas psíquicos o materiales o cuando atravesamos momentos de confusión.
Los antiguos entendían sus sueños como mensajes enviados por los dioses, para iluminarles, prevenirles, advertirles y guiarles.
Como ocurre a menudo, cuando los hombres se plantean una cuestión de las llamadas "eternas", cada especialista tiene una parte de la verdad, la cual se encuentra mediante una hábil síntesis de las respuestas que se nos proponen. En cuanto a lo que nos interesa, podemos deducir que nuestros sueños resultan de nuestras funciones cerebrales y orgánicas, que son fruto de nuestros deseos satisfechos o inhibidos, que su desciframiento y su interpretación favorecen tomas de conciencia y que, finalmente, son portadores de mensajes simbólicos esenciales que se manifiestan ante nosotros como medida preventiva, que nos avisan de ciertas situaciones, circunstancias o acontecimientos futuros, para que podamos prepararnos para vivirlos serena y sabiamente.
No cabe duda de que debemos estar atentos a nuestros sueños, a nuestra doble vida onírica, ya que resulta ser un buen medio de entrar en relación y en comunicación con lo absoluto, en comunicación con uno mismo.

¿CÓMO INTERPRETAR NUESTROS SUEÑOS?

Un método sencillo que se inspira en las técnicas de la oniromancia tradicional consiste en redactar un diario. Procúrate un cuaderno o una libreta y, cada vez que recuerdes un sueño, escríbelo sin descuidar ponerle su fecha. No te detengas en pensar que es totalmente fantástico, irreal, irracional o absurdo. Lo esencial es que puedas volver a él y que lo puedas contar. Al redactarlo, no busques efectos de estilo. Sé tan espontáneo y conciso como te sea posible. En cierto modo, al escribir tu sueño, te liberarás de él y podrás reflexionar cómodamente.
En cualquier momento, podrás leer tu libreta y recordar tu sueño. Sin duda, encontrarás analogías, concordancias y nexos comunes entre estos sueños y los que tendrás posteriormente, y que también escribirás de la misma manera. 
Para entender el sentido de tus sueños, podrás consultar un buen diccionario de símbolos.
Pero eso no debe impedirte recurrir a un principio de interpretación sencillo, basado en la analogía, los juegos de palabras, los símbolos y la deducción. En efecto, cada uno de nuestros sueños es un enigma.
Desvelar un enigma presenta diversos puntos comunes con una trama policíaca, de ahí la fascinación que ejercen sobre nosotros los grandes detectives de la literatura.
A partir de ahora, para interpretar tus sueños, transfórmate en Sherlock Holmes. "Donde está la pregunta, está la respuesta", dice un precepto de la oniromancia india.
Debes saber que, en casi todos los casos, tú eres el único capaz de interpretar tus propios sueños.

¿TIENEN UN SENTIDO INHERENTE NUESTROS SUEÑOS?

Hoy sabemos que, mientras dormimos, estamos inmersos en una fase de ensoñación que engloba cuatro o cinco sueños diferentes, cuando menos. Pero no los memorizamos con exactitud. A veces, al despertarnos, nos encontramos durante un breve instante en un ambiente, una atmósfera inherente al sueño en el que estábamos inmersos justo antes de abrir los ojos. Otras veces, persiste en nuestra mente una situación o un hecho que se produjo en el sueño. Otras, esta situación o este hecho nos persigue, nos inoportuna y puede incluso repetirse varias veces durante diferentes noches. Naturalmente, a estos sueños debemos prestarles una particular atención. En efecto, un sueño que nos deja una fuerte impresión aun despiertos siempre está cargado de sentido, es portador de un mensaje importante que es necesario interpretar.


Los presagios

 

Los presagios son el origen de la creación de las artes adivinatorias, pero tal vez sean también una de las primeras manifestaciones del espíritu científico.

Si queremos descubrir el origen de los presagios, tendremos que dar un gran salto en el tiempo. ¿Pero realmente somos capaces de hacerlo? ¿No estamos encerrados en un presente, a través de cuyo filtro nos planteamos cualquier perspectiva de nuestro lejano pasado y de nuestro futuro, sin considerarnos capaces de abordarlas de otro modo que no sea a través de nuestras costumbres, criterios y conceptos actuales?

De entrada, ésta es la pregunta que se nos plantea al abordar el origen de los presagios; puesto que parecen creados en el espíritu de nuestros ancestros para que pudieran sumergirse en su futuro con más serenidad, para justificar sus actos y para encontrar excusas, como solemos decir actualmente.

LOS PRIMEROS PRESAGIOS CONOCIDOS

Aunque nos encontremos en condiciones de conocer el impresionante inventario de presagios realizado por los habitantes de Mesopotamia en el milenio III antes de nuestra era, ya que están datados histórica y científicamente, sobre su utilidad no sabemos demasiado.

Sin embargo, estos presagios, que probablemente fueron creados en Mesopotamia, seguramente en el milenio III y que se han estado transmitiendo oralmente durante mucho tiempo antes de ser inventariados sobre unas tablas de arcilla en escritura cuneiforme, estos presagios tenían sin duda una razón de ser, una utilidad que hoy día en gran parte se nos escapa, puesto que nuestra mentalidad es muy diferente a la de los antiguos mesopotámicos.

Pero es un hecho que respondían a una suerte de necesidad vital para la especie humana, ya que no sólo muchas otras civilizaciones y culturas se inspiraron en el principio de los presagios, sino que muchas veces también en su contenido. Éste fue el caso, por ejemplo, de los egipcios, los hititas, los etruscos, los griegos y los romanos, por citar algunos solamente, mientras que, en otras partes, en otras latitudes, aparecían otras formas de presagios. 

LA ADIVINACIÓN DEDUCTIVA

A partir de estos presagios, la mayoría creados de acuerdo con una atenta observación de la naturaleza, de las analogías, de las coincidencias y correlaciones entre algunas de sus de sus manifestaciones y algunos de los fenómenos, nació en el espíritu de nuestros antepasados una especie de ciencia de los presagios, que acabó siendo muy elaborada, mucho más inteligente de lo que hoy en día se cree, y en la que todavía se basa la llamada sabiduría popular, especialmente la de los refranes, proverbios, preceptos y dichos que pueblan nuestra cultura.

Por otro lado, remontándonos a las fuentes de esta antigua ciencia de los presagios, es también donde encontramos los orígenes y los fundamentos de todas las artes adivinatorias. Por eso, no es erróneo decir que en el seno de esta cultural ancestral de los presagios nació la adivinación deductiva, así como el espíritu de análisis y de estudio sistemático que se ha convertido en el espíritu científico moderno que conocemos y que ha reinado a partir de entonces.

Por lo tanto, no dudamos en hablar de "ciencia" cuando hablamos de presagios, ya que creemos que fueron los primeros conceptos de organización y clasificación de los elementos y de las fuerzas de la naturaleza que nos rodean. Entendemos por adivinación deductiva la que utiliza signos o manifestaciones exteriores a partir de los cuales se pueden prever consecuencias, que no necesariamente tienen una relación directa con las manifestaciones o signos en cuestión. Así, algunas combinaciones o coincidencias entre elementos que a priori no tienen por qué estar juntos, o sólo lo están excepcionalmente, pueden conllevar mensajes o advertencias. Al menos así es cómo nuestros antepasados enfocaron la adivinación o ciencia de los presagios. De entrada no vemos la relación directa y lógica que existe entre el hecho de que una mujer dé a luz a un recién nacido muerto y el presagio de epidemia que deducían los mesopotámicos. Y sin embargo había un vínculo, que comprenderemos reflexionando sobre las razones que indujeron a nuestros antepasados a crear presagios.

UNA VERDAD PRIMERA

Una de estas razones es  una verdad primera que podemos comprender, ya que se trata de una cuestión que todos nos hemos planteado en un momento u otro de nuestra vida, o a la que nos hemos enfrentado, al menos una vez, directa o indirectamente, en circunstancias más o menos dramáticas.

Esta pregunta es: ¿por qué morimos? O si lo prefieres, ¿por qué debemos morir todos algún día?

Por más inteligentes, lúcidos, razonables y equilibrados que seamos, esta pregunta siempre provoca angustia a todo el mundo; puesto que, hasta hoy, nadie le ha podido dar una respuesta verdaderamente clara y reconfortante. Por ello, esta pregunta humana y universal provoca una angustia que, desde siempre, es intrínseca al hombre y a la mujer. Y no hay duda de que una de las razones esenciales que nos empujaron a pretender convertirnos en dueños de nuestro futuro, creando los presagios, fue sin duda la angustia de la muerte. Pero también había otras razones.